Luis Osandón Millavil, investigador del Centro de Investigación para la Educación Inclusiva y académico de la Universidad de Chile, fue uno de los expositores destacados del Congreso de Educación REDQ 2025, que reunió a más de 800 personas ligadas a la educación en tres jornadas. En esta entrevista, reflexiona sobre el sentido histórico y pedagógico de estos encuentros, el rol activo del profesorado frente a la actualización curricular y la necesidad de reponer la figura del docente como investigador.
Doctor en Ciencias de la Educación por la Pontificia Universidad Católica de Chile, Luis Osandón Millavil es además Licenciado y Profesor de Historia, Geografía y Educación Cívica por la misma casa de estudios. Actualmente se desempeña como académico del Departamento de Estudios Pedagógicos en la Universidad de Chile e Investigador Principal del Centro de Investigación para la Educación Inclusiva, donde dirige la línea “Currículum para la Inclusión”. Su trabajo busca identificar las características de un currículum inclusivo, desde una perspectiva comparada, y proponer recomendaciones para su diseño e implementación en las políticas curriculares.
Sus investigaciones más recientes se han centrado en el análisis de políticas curriculares, la educación ciudadana y la historia de las ideas pedagógicas. A lo largo de su carrera ha ocupado diversos cargos de gestión académica y ha sido par evaluador en procesos de acreditación de carreras de pedagogía, así como analista de políticas de formación y desarrollo profesional docente.
¿Qué sentido le asigna a la realización de este congreso en el contexto actual de la educación chilena?
Me parece fantástico que se generen espacios como este. En el lenguaje académico, la idea de congreso implica reunirse y debatir. Y eso es precisamente lo valioso, el intercambio de ideas, saberes y experiencias que tienen los profesores en sus distintas áreas. Eso no solo enriquece a quienes escuchan, sino que permite generar nuevas formas de hacer las cosas.
Creo que, en el fondo, estamos recuperando una memoria muy importante del profesorado chileno de los años 40, 50 y 60, cuando era habitual que los docentes se reunieran en congresos pedagógicos a discutir los problemas reales del aula. Volver a eso es darle voz y protagonismo al profesorado, reconociendo que no están solo para recibir instrucciones, sino para pensar críticamente la educación.
Estamos viviendo una actualización del currículum nacional. ¿Cómo ve el rol docente en ese proceso?
Esta actualización —que abarca desde 1° básico a 2° medio— representa una oportunidad para que el profesorado asuma un rol activo. No deberíamos entender el nuevo currículum como algo que simplemente llega desde arriba y que hay que aplicar de manera pasiva. Todo lo contrario.
Es fundamental que los profesores lean, analicen, critiquen, adapten y experimenten con esta propuesta. Ese fue el mensaje que intenté transmitir en mi presentación, los docentes tienen una responsabilidad profesional en la implementación del currículum, y eso pasa por involucrarse, por rearmar lo que sea necesario, por buscar soluciones y formas de optimizar la propuesta en la práctica.
Usted ha planteado que el rol docente debe cambiar en la sociedad actual. ¿A qué se refiere con eso?
Hoy los conocimientos están disponibles en múltiples formatos y de muy fácil acceso. Ya no basta con que un docente sepa mucho de una materia; lo importante es cómo problematiza ese conocimiento para formar personas integrales.
La experiencia escolar debería centrarse más en lo ético, lo político, lo cultural. Lo que necesitamos es que los profesores ayuden a los estudiantes a pensar su lugar en el mundo, a imaginar qué quieren hacer con ese mundo. Un ciudadano necesita una idea de justicia, de comunidad, de vida buena. Eso debe construirse desde la escuela.
¿Cuál es el desafío más urgente para el profesorado desde su mirada?
Reponer la figura del profesor investigador. No me refiero al académico que va a terreno, entrevista, publica y se va. Estoy hablando del profesor que investiga desde su práctica, desde el aula. Que observa qué funciona, qué no; que toma notas, discute con sus colegas, prueba otra estrategia.
Esa es una forma muy potente de generar conocimiento pedagógico. Los profesores también investigan, y sus hallazgos pueden ser claves tanto a nivel local como para la comprensión más general de los procesos educativos.










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